jueves, 15 de abril de 2010

Las Yeguas del Apocalipsis




"Sangre, gritos, marginalidad homosexual e intervención en la ciudad bajo dictadura"


No está muy claro cómo se conocieron Pedro Mardones Lemebel y Francisco Casas ni el origen del nombre de su colectivo. Pero todo indica que surgió inspirado por el SIDA, que entonces estaba considerada como la plaga del siglo. Frente a esa profecía, estos decidieron personificar la versión femenina de los biblícos jinetes del Apocalipsis.
“En aquel tiempo (1987), cuando surgen las Yeguas..., había muchos temas que urgía politizar en Chile. La homosexualidad no se mencionaba en los proyectos de democratización, y alrededor estaban tópicos como el SIDA, las violaciones de derechos humanos, los desaparecidos... ¿Qué podíamos hacer para expresarnos? Había otros homosexuales que hacían teatro, otros nada. Y se nos ocurrió emprender esta serie de puestas en escena, al principio callejeras y luego más organizadas”, comenzó su recuento Lemebel.
La primera intervención fue el 22 de octubre de 1988, durante la entrega del premio de poesía Pablo Neruda al poeta Raúl Zurita. Irrumpieron aquella ceremonia para entregarle una corona de espinas al poeta. Sin embargo, este se apresuró y respondió "no pienso ponérmela".
1987. Mediodía en el campus Juan Gómez Millas. Un sol potente quema los fierros viejos de las instalaciones intervenidas por los militares de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Pedro Lemebel y Francisco Casas ingresan al reducto de Macul desnudos sobre una yegua en un acto que pretendía refundar la Casa de Bello, emulando la entrada de Pedro de Valdivia a Santiago.





Lemebel y Casas se decidieron y lo hicieron: montaron sobre una yegua y recorrieron la ciudad desnudos rumbo a la Facultad de Arte de la Universidad de Chile. La bestia de tiro era arrastrada por la poetisa Carmen Berenguer, mientras una muchacha les abría paso entre la multitud acompañándose de los bucólicos sonidos de una flauta traversa.
“La Universidad estaba intervenida, llena de milicos. Nosotros hicimos eso para que las minorías, los desarrapados, los indios y los sudacas entráramos al templo del saber de forma irónica y lúdica”, recuerda Berenguer.



No fue la única acción delirante del colectivo. En la memoria permanecen también las tertulias literarias de la época, a las que concurrían nostálgicos poetas y artistas marginados por las listas negras del régimen, o la famosa performance en la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde Las Yeguas recrearon la conquista de América bailando a dúo un pie de cueca sobre un dibujo del continente lleno de vidrios rotos, y vestidas cual Frida Kahlo al cuadrado.


Sin embargo, esas míticas Yeguas hoy en día no se hablan. Están peleadas y no dan explicaciones. Por su parte, Francisco Casas editó su primer libro, llamado: "Yo, yegua".
En varios pasajes de Yo, Yegua el tono no es de querella sino de afecto y comprensión, algo que resulta coherente con la declaración de Casas, en el sentido de que entre ellos nunca fueron pareja: “Éramos cómplices de un matrimonio sin sexo. De repente yo me enamoré y me fui con mi chavo. Cambiaron mis prioridades. Yo creo que él no lo resistió”.

1 comentario:

Sebastían Poblete dijo...

Fue un gran colectivo. Fueron muy grandes sus intervenciones. Fueron muy arriesgados porque fue un época difícil. Y se hacía aún más cuando sólo era posible decir lo mismo que el discurso oficial.

Yeguas!