A medida que la manilla del reloj avanza y da cuenta de que la noche pronto terminará, la sensación de pérdida y ausencia se vuelve cada vez más insoportable. Por lo que para contrarrestrar aquello, fumo. Fumo cigarrillo tras cigarrillo para tratar de confirmar el principio de destrucción. Sin embargo, nada sucede. El humo parece contener toda aquella nostalgia. Duele un poco más.
Todas las ganas y fuerzas parecen irse con la última gota de oscuridad y con la última melodía que rodea este rincón habitado por tu presencia fantasmal.
A medida que la manilla del reloj avanza, miro hacia el cielo buscando alguna respuesta celestial a esta gran tristeza que embarga mi cuerpo, y de la cual no me puedo desprender. Pero al segundo, me doy cuenta que no existe dios. Y que necesito otra solución. Miro a mi alrededor y sólo veo cigarrillos, colillas y desorden. Un escenario poco alentador.
Deambulo por este espacio cerrado y transfigurado por el humo y gritos, buscando algún lugar en el que pueda descansar y olvidarte, pero nada sucede. Tu figura sigue ahí. Tu rostro; tus ojos, tu boca. La reacción siguiente es cerrar los ojos, y abrirlos poco a poco para comprobar tu huida. Nada sucede, tu cuerpo no está pero tu recuerdo sigue envolviendo mi lugar, mi cabeza, mi cuerpo, mis sentidos.
Los rayos de luz se acercan y mis ganas de matar y llorar siguen en pie. Me vuelvo cristiana y comienzo a rezar, para pedirle al "de allá arriba" que tu ausencia sea un mero juego de espacio. Pero me vuelve a defraudar. Blasfemo y vuelvo a mis creencias profanas.
Suena el reloj. El día comenzó. Decido que ya es una hora "prudente" para ir a mi cama. Me despego de todo y me tumbo en la cama, pero algo sucede, siento un peso al lado mío. Es tu presencia-ausencia. Es tu recuerdo que no me suelta ni por un instante. Abrazo tu ausencia y me resigno a tener que vivir con esta tristeza por un tiempo incalculable.
1 comentario:
lejos, muy lejos.
tú sabes quién soy
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