Aún recuerdo la melodía que acompañaba mi decisión de algún día volar hasta París. Un piano envolvía mis sentidos y mis ojos se cerraban poco a poco intentando trasladarme aunque sea un instante hasta esas tierras lejanas. Sin embargo, un bocinazo esfumó todo aquel sueño de una noche de verano. Hice un gesto de desilusión y proseguí mi camino a casa.
Desde aquel día en que el piano y el acordeón se apoderaron de mis sentidos es que sueño constantemente con una despedida tan romántica como la vivida en “Casablanca”. Sueño con una voz que susurra a mi oído “Siempre nos quedará Paris”.
Aún recuerdo cuando en mis manos tuve aquellos fotogramas parisinos que iluminaron mis ojos y preguntaste con cara de asombro qué me sucedía. Sólo atiné a esbozar una falsa sonrisa para que te quedaras tranquilo. Tiempo después, llegaste con una miniatura de la Torre Eiffel y con “Le Petit Prince” como premio de consuelo, para acallar un poco mis ganas de viajar hasta ese lugar. Te aviso, no resultó.
Fue hace diez años cuando una mujer que dizque era mi tía llegaba de su pasantía directamente desde “La ville lumière”. Llegó bajo su brazo con bombones rellenos de menta, paté de pato y un cuadro conteniendo a la Torre Eiffel. Otro bajón más. Al parecer la vida se había empeñado en que todo mí alrededor viajara hasta ese lugar posponiendo mi deseo de forma maldadosa.
Años más tarde conocería a personaje que hablaba a cada momento de sus infinitos viajes. ¿Ya saben, cierto? También había estado en París. Cada vez que podía me hablaba de esas tres noches de luz, amor y frío.
Por mientras, me acurrucaba en los brazos de Antoine de Saint- Exupéry y en una y que otra película francesa. Acompañada de un vino chilensis y de cuando en vez me acercaba más y le daba un gusto a mi paladar y compraba un vino francés tomado de uno de estos supermercaditos que me rodeaban.
Hoy, en un escandaloso silencio, con infinitas volutas de humo a mí alrededor y con una copa en mi mano vuelve a mí aquel deseo que tenía más o menos enterrado.
Esta noche que pasa despacio, alentada por respiraciones familiares y por mi pequeño perro que sueña que ladra, vuelvo a sentir nostalgia por aquel lugar que no he pisado. Me vuelven a aterrar los aeropuertos y las despedidas. Me invento incesantemente razones para creer que es aquí donde debo estar. Que éste es mi lugar y que en algún momento alguien o algo me atarán a estas tierras polvorientas y contaminadas, ruidosas y desalmadas. Por el momento, sigo fumando y buscando excusas. Por el momento, sigo con esta tranquilidad sospechosa. Por el momento, sigo en el mismo lugar en espera de que alguien necesite de estos brazos, esta locura y estas pocas ganas de andar.
* Fotografía más significativa del francés Robert Doisneau: "El Beso del Hôtel de Ville"

2 comentarios:
Paris Je t'aime tremenda película, la veo cada vez que puedo. Tienes muy buenos gustos.
Te acuerdas del corto de la mujer de abrigo rojo? Tremendo...
Tremenda fotografía. Es la fotografía más connotada del francés.
Seguro que París te esperará.
Saludos.
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